sábado, 25 de octubre de 2008

Los golpes que se esconden tras las promesas.



Leticia Espinoza
Zócalo Saltillo

Ellas nunca imaginaron que vivirían más de una década de violencia, sus noviazgos fueron cortos, y se confundieron con el amor, creyeron que sus agresores cambiarían después de múltiples promesas, pero hoy, al ver parte de su vida destrozada decidieron no ser más las víctimas, desean salir adelante por sus hijos, inocentes que han sido testigos del maltrato a sus madres y lo reflejan en sus actitudes.

Sus historias son muy parecidas, mujeres violentadas a partir de que sus parejas comenzaron a beber desproporcionadamente, mujeres que han aceptado cambiar y pedir ayuda.


Laura
35 años de edad
10
años sufriendo violencia
2 hijos



Prefiere llamarse Laura y ocultar su rostro, muchas veces marcado por los
puños del que la amó, lo conoció cuando llegó a vivir a la misma colonia, en su noviazgo no lo llegó a saber que su marido tuvo una infancia parecida a la que hace pocos meses vivían sus pequeños.

“Cuando éramos novios no tomaba, al casamos empezó a imponer su voluntad, yo no sé que lo lleva a tomar, no lo entiendo, pero él vivió una infancia igual donde su padre tomaba mucho y golpeaba mucho a su mamá, pero cuando nos casamos yo no lo sabía” relata Laura.

Tine 35 años y diez de casada, una década rodeada de discusiones, donde él imponía su voluntad al ordenarle que no se arreglara, que no saliera, y que solo hablara con las personas que él le parecían, años en los que los maltratos subían de maldiciones, insultos, golpes y hasta intentar matarla.

“Tuvieron que pasar 10 años para reconocer todo el daño que me hizo, y atreverme a demandar, me siento deprimida, triste pero con ganas de salir adelante por mis hijos, el trató de matarme, pidió ayuda psicológica y fue a alcohólicos anónimos pero cuando regresamos con él siguió haciendo lo mismo” comenta Laura.

Ya no recuerda cuantas veces y cuanto tiempo se separó de su esposo, porque los lapsos se prolongaban hasta que supo que no podía estar más dentro del mismo círculo vicioso.

“No es verdad que van a cambiar, por mucho que prometan en realidad no cambian, es un circulo nosotras muchas veces decidimos estar por amor, porque pensamos que si nos quieren van a cambiar, pero la realidad es que si ellos no quieren a hacerlo no se puede” comenta Laura mientras su voz se quiebra.

Pues la violencia de al que fue presa no solo repercutió en su persona sino en al de sus niños de
8 y 5 años, pues mientras el niño es cada vez más violento la niña se volvió callada, las dos víctimas del miedo que sentían cuando sus padres discutían.

“A pesar de que el niño es más chico que al niña, el niño empieza a quererla dominar a que no tenga amigos y haga lo que él quiere, la niña va muy bien en la escuela porque es su refugio, anteriormente cuando nos separábamos ella lloraba mucho y decía que no quería dejar a su papá y ahora dice que no quiere regresar con él hasta que cambie, pero mi niño se pone a llorar y empieza a decir que cuando esté grande se va ir” menciona Laura con las lagrimas corriendo por sus mejillas, pues el dolor por sus hijos es muy fuerte.

Cuenta que por ahora no está más con su pareja y quisiera encontrar trabajo para salir adelante con sus hijos, y aunque que su familia la está apoyando económica y moralmente quiere ser independiente.

Aún llorando dice que lo quería mucho pero ya no y deja un mensaje: “a las que están viviendo violencia, les diría que no permitan que sus hijos vean todo eso porque los míos ya están afectados” y separa las manos que durante todo el tiempo estuvieron unidas.

Ana
27 años de edad
13 años de violencia
4 hijos


“Yo podría ser feliz si él cambiara, porque bueno es otra persona,
sí, sí lo quiero, a él lo cambia totalmente el alcohol” confiesa llorando Ana, y la tristeza de sus ojos contrasta con la alegría que refleja el suéter rosa de puntitos que lleva puesto.

Recientemente su marido le puso por primera vez las manos encima y dejó marcas en el cuello y en su brazo: “Hace tres semanas me pegó por primera vez, antes ya lo había intentado pero yo no me dejo, cada que anda borracho me insulta mucho, me dice muchas palabras fuertes, dice que soy una puta porque no consigue para tomar” cuenta Ana quien desde los primeros meses de casada ha soportado el maltrato de su pareja.

Por ahora continúa viviendo bajo el mismo techo de su agresor pero ya interpuso una denuncia en su contra aunque piensa que en dependencias como el Ministerio público la atención no es la adecuada:
“yo creo que la licenciada que me atendió esperaba que fuera golpeada porque no mandó el citatorio, supuestamente otra licenciada estaría conmigo pero no entró, entonces se supone que ayer tenía que presentarse él pero no le giraron el citatorio” sostiene un tanto desilusionada.

Y es que ante esta forma de actuar, su marido se ha portado bien, pero aún así no está dispuesta a recibir ayuda porque es de los hombres que dicen que solos pueden cambiar, por ello la decisión de Ana parece tomar firmeza dejarlo antes de que lastime a sus hijos y segur apoyada de su madre que siempre la ha acompañado.


Empoderarlas.

La noticia no es nueva, no cambia pues es el hogar el principal sitio
donde más se sigue sufriendo de violencia como lo comenta la Directora del Instituto Coahuilense de la Mujer, Cristina Rodríguez, sin embargo los resultados pueden ser màs alentadores, ya que en este año Encuesta Nacional de Dinámicas de Relaciones en el Hogar (ENDIREH) documenta que Coahuila hoy ocupa el lugar número 23 en cuanto a violencia, mientras que antes se encontraba en el lugar número ocho.

De allí que la tarea del Instituto de la Mujeres y de las dependencias es empoderar a la mujer que sufren de violencia mediante atención integral que en primer lugar trata de estabilizar sus emociones y posteriormente se procede a intervenir jurídicamente, para que logrando su independencia puedan ser productivas y capaces de sacar adelante por sí mismas sus hogares.

Sin embargo, el tiempo para que una mujer logre superar el trauma de vivir violentada y dejar atrás la cultura de inferioridad que tanto tiempo soportó no es fácil, y en el peor de los casos también se convierten en agresoras cansadas de soportar. Estos son los casos más difíciles en los que deben ser canalizadas tanto ellas como sus parejas para que reciban atención psiquiátrica, aclara la Coordinadora jurídica del ICM, Ana María Gutiérrez Perales y a su vez menciona que pese a la atención recibida un 70 por ciento de las mujeres regresan a sus hogares a vivir con sus victimarios.

Evite la violencia negocie.

La negociación es un proceso en donde se busca obtener un beneficio común entre dos o más personas que implica vountad, madurez y confianza.

Claves en el momento de negociar:

· Tu gasna yo gano
· Claves en el momento de negociar
· Mostrar paciencia
· Mantener la integridad
· Evitar las conjeturas de que existen malas intenciones
· Controlar nuestras emociones
· Evitar las amenazas y tácticas manipuladoras
· Centrarse primero en el problema en lugar de la solución
· Buscar las decisiones basadas en el interés mutuo y rechazar las soluciones débiles
· Escuchar al otro y tratar de comprender sus sentimientos, emociones y pensamientos
· Hablar con el fin de que se nos entienda
· Hablar sobre nosotros mismos, no sobre los demás
· Hablar con un propósito
· Enfrentarse con el problema, no con las personas
· Tratar a las personas como a seres humanos y al problema según sus méritos

Fuente: instituto Coahuilense de la Mujer


¿Cómo reconocer a una persona violenta?

TIPO I

Solamente es violento/a con las personas que ama
Es celoso/a y tiene miedo de que lo/a abandonen.
Priva a su pareja de su independencia
Se irrita con facilidad y ataca públicamente a su compañera/o
Su cuerpo reacciona violentamente durante una discusión
Tiene algún potencial para la rehabilitación


TIPO II


Es muy probable que sea agresivo/a con todo el mundo
No depende emocionalmente de otra persona
Su pareja debe hacer lo que él/ella quiere siempre
Es más propenso/a a amenazar con cuchillos o revólveres.
Se calma internamente, según se vuelve agresivo/a

Abusa de las drogas o del alcohol
Es difícil tratarlo con terapia psicológica

miércoles, 15 de octubre de 2008

Trenazo de Puente Moreno

T e s ti g o s d e
l a
tr a g e d i a
r e c u e r d a n
e l
h e c h o
q u e
m a r c ó
a Sa l ti l l o
p a r a
s i e m p r e

Leticia Espinoza
Zócalo Saltillo

Las dos máquinas de la locomotora 8405-08 traían freno, no así los carros y el cabús. De no haberse descarrila­do en Puente Moreno, el famoso tren Peregri­no hubiera arrasado con la estación de Saltillo, parte del poblado y totalmen­te desbocado –a 120 km/h como iba– llegaría a Monterrey.

Las cosas no fueron así y el 5 de octubre de 1972, a las 23:30 horas, su­cedió uno de los eventos más trágicos en la historia ferroviaria en México, que muchos ferrocarrileros recuer­dan con tristeza al pasar por el lugar, donde solamente quedan unas cruces cubiertas de yerbas que se mecen al compás del viento, mientras que los sorbos de soledad se aligeran con el ruido de la presa de gaviones, el ga­nado de los lugareños y el escándalo de intrépidos jóvenes que en su delirio buscan el espíritu de los muertos.

A 36 años nadie olvida la tragedia, testimonios de ferrocarrileros retira­dos hablan de que mucho antes de la tragedia las autoridades ferroviarias ya sabían que el tren iba “chorriado”, y por medio del telégrafo se ordenó a per­sonal que se encontraba en la curva de Landín que había que tumbarlo a como diera lugar cerca de lo que hoy es el pe­riférico, sin importar los mil 600 pere­grinos que transportaba el tren.

No fue necesaria ninguna manio­bra, ni siquiera las que intentó el ma­quinista Melchor Sánchez Chavarría al meter el freno dinámico y el de emergencia, porque ya nadie tenía go­bierno sobre el “Peregrino”, que acu­dió hasta Real de Catorce para feste­jar a San Francisco de Asís.

LLAMÓ JESÚS FRANCISCO A SU BEBÉ

“Veníamos escuchando los acordeo­nes de los músicos que entonaban can­tos a San Francisco dándole gracias por el regreso, de pronto se escuchó mucho ruido y el trancazo. A mi lado venía la señora Petra, a la que nunca la encontraron. Yo tenía tres meses de embarazo y me pudieron sacar por una ventanilla; sería porque siempre fui tan delgada”, narra Rosa Aguilar, sobreviviente del trenazo.
Había acompañado a sus padres a las fiestas de San Francisco, pero ellos viaja­ban en el primer vagón, mientras ella iba en el quinto. Ellos quedaron muy lastima­dos, pero también lograron salvarse.
“A mí no me pasó nada. Diosito y San Francisco quisieron que mi hijo naciera bien, por eso le puse Jesús Francisco. Me duró 28 años, ellos sa­bían cuándo me lo recogerían”, agre­ga doña Rosa Aguilar, mientras la luz del sol ilumina sus manos.
Los lamentos de la gente aún retum­ban en su cabeza, pues mientras las sa­caban del vagón se empezaban a ver chispas. “Nos pusieron en un arroyito y empezó arder. En la obscuridad la gente que gritaba que le echaran tierrita, agua, porque se estaban quemando”, dice.
Al kilómetro 909, a la altura de La Angostura, a 7 kilómetro antes de llegar a Saltillo, a poca distancia del Puente Moreno, llamado así porque en el siglo XIX, vivió en la propiedad una familia del mismo nombre, una multi­tud comenzó a llegar: socorristas, vo­luntarios, policía estatal y el Ejército nacional acordonaron el lugar.

NO HABÍA HÉROES
“Un hombre venía gritando por el parque Venustiano Carranza que se había descarrilado el tren en Puente Moreno. Un amigo y yo fuimos inme­diatamente, fuimos de los primeros, y a medida que avanzábamos nos dába­mos cuenta de la espantosa tragedia”, relata Antonio de la Cruz, periodista y voluntario en el trenazo.
Al llegar se llevó la terrible sorpre­sa de ver el cuerpo de su tía Goya de la Cruz sobre los matorrales cubierta de sangre y tierra, y pese a tal impresión continuó con las labores de rescate. “Eran escenas dantescas, algo inena­rrable, pero recuerdo que al lado dere­cho estaba una niña todavía con vida. Yo la levanto, pero al poco tiempo se muere en mis brazos”, expresa.
Acudió movido por una labor pro­piamente humanitaria porque tiene origen ferrocarrilero, pues su padre es jubilado del ferrocarril. Se desma­yó cerca de tres veces por el cansan­cio y la impresión, pero sin duda fue un suceso que cambió su vida para ha­cerlo más fuerte.
“Yo no me considero héroe, no ha­bía héroes en ese lugar, sólo gente que quería ayudar. Veía a los sobrevivien­tes muy impotentes, frustrados, des­esperados, preguntando por sus fami­liares. Me tocó llevarlos a diferentes hospitales, al Hospital Civil Saltillo, actualmente Hospital Universitario; estuve en la Cruz Roja, en el ISSSTE. En un momento yo pensé que estaba en un nosocomio local, pero no, estaba en un hospital de Monterrey”, sostiene Antonio de la Cruz.

SAN FRANCISCO SIEMPRE LOS CUIDÓ
“Asilamos más de 100 personas, mi papá era juez auxiliar de Huertas de Moreno. De lo que más me acuerdo es que empezó a arder el carro, se oía la gritadera y querían salirse pero no pudieron. Se quemaron vivos”, relata Candelaria Luna Moreno, con la voz entrecortada y con una lágrima a pun­to de caer.
Tenía nueve años cuando frente a su vivienda pasó la tragedia que mar­có a Saltillo. No podía ayudar mucho en las labores, pues su padre le pro­hibía, pero lo que vio en un principio y pudo percibir después en sueños a diario se repetía.
“Vi muchas cosas feas, pero algo raro pasó aquella noche, porque vi­mos a un viejito muy bonito, blanco, de barbas blancas. Traía una guitarra y caminaba entre los heridos. Lo raro fue que al amanecer, cuando quisimos llevarlo a su casa, ya no estaba”, expli­ca, recuperando la sonrisa.
Pues cuenta la gente que aquel hom­bre era “Panchito”, como Candelaria le llama a San Francisco, al santo que todos los peregrinos veneraron y que incluso, como también cuenta Rosa Aguirre Sandoval, intentó salvarlos antes de partir.

HISTORIA
Para los historiadores Javier Villa­rreal Lozano y Carlos Recio Dávila, pocos hechos se podrían comparar con la tragedia del 5 de octubre de 1972. Sin embargo, coinciden en que por la cantidad de personas que mu­rieron, (contabilizados en 200 por au­toridades, aunque la cifra se elevó) otros eventos desafortunados en Salti­llo fueron la Fiebre de Cólera Grande o cólera morgues en 1833, donde la po­blación de 20 mil habitantes disminu­yó.

SUCESOS TRÁGICOS EN SALTILLO
1833
Epidemia del Cólera grande (Cólera morgues) murieron 12 mil saltillenses
1847
Batalla de la Angostura, en la que murieron 863 soldados tanto estadounidenses como mexicanos, y la cantidad de heridos ascendió a mil 800.
1848
Epidemia del Cólera chico.
1914
Entrada de Francisco Villa, quien se empeñó en perseguir y matar sacerdotes.
1972
Trenazo en Puente Moreno en el que fallecieron quemadas 206 personas y más de mil heridos.
Fuentes: Historiadores Carlos Recio y Javier Villarreal

Siempre se intentó culpar a la tripulación, pero al paso del tiempo se ha demostrado que el ferrocarril estaba en deprimentes condiciones y que en cualquier momento y lugar pudo haberse presentado el lamentable accidente.

Partos convertidos en duelo.

  Por: Leticia Espinoza "Por violencia obstétrica pude no haber nacido, pero aquí estoy para luchar por todas", se leía en el letr...