miércoles, 15 de octubre de 2008

Trenazo de Puente Moreno

T e s ti g o s d e
l a
tr a g e d i a
r e c u e r d a n
e l
h e c h o
q u e
m a r c ó
a Sa l ti l l o
p a r a
s i e m p r e

Leticia Espinoza
Zócalo Saltillo

Las dos máquinas de la locomotora 8405-08 traían freno, no así los carros y el cabús. De no haberse descarrila­do en Puente Moreno, el famoso tren Peregri­no hubiera arrasado con la estación de Saltillo, parte del poblado y totalmen­te desbocado –a 120 km/h como iba– llegaría a Monterrey.

Las cosas no fueron así y el 5 de octubre de 1972, a las 23:30 horas, su­cedió uno de los eventos más trágicos en la historia ferroviaria en México, que muchos ferrocarrileros recuer­dan con tristeza al pasar por el lugar, donde solamente quedan unas cruces cubiertas de yerbas que se mecen al compás del viento, mientras que los sorbos de soledad se aligeran con el ruido de la presa de gaviones, el ga­nado de los lugareños y el escándalo de intrépidos jóvenes que en su delirio buscan el espíritu de los muertos.

A 36 años nadie olvida la tragedia, testimonios de ferrocarrileros retira­dos hablan de que mucho antes de la tragedia las autoridades ferroviarias ya sabían que el tren iba “chorriado”, y por medio del telégrafo se ordenó a per­sonal que se encontraba en la curva de Landín que había que tumbarlo a como diera lugar cerca de lo que hoy es el pe­riférico, sin importar los mil 600 pere­grinos que transportaba el tren.

No fue necesaria ninguna manio­bra, ni siquiera las que intentó el ma­quinista Melchor Sánchez Chavarría al meter el freno dinámico y el de emergencia, porque ya nadie tenía go­bierno sobre el “Peregrino”, que acu­dió hasta Real de Catorce para feste­jar a San Francisco de Asís.

LLAMÓ JESÚS FRANCISCO A SU BEBÉ

“Veníamos escuchando los acordeo­nes de los músicos que entonaban can­tos a San Francisco dándole gracias por el regreso, de pronto se escuchó mucho ruido y el trancazo. A mi lado venía la señora Petra, a la que nunca la encontraron. Yo tenía tres meses de embarazo y me pudieron sacar por una ventanilla; sería porque siempre fui tan delgada”, narra Rosa Aguilar, sobreviviente del trenazo.
Había acompañado a sus padres a las fiestas de San Francisco, pero ellos viaja­ban en el primer vagón, mientras ella iba en el quinto. Ellos quedaron muy lastima­dos, pero también lograron salvarse.
“A mí no me pasó nada. Diosito y San Francisco quisieron que mi hijo naciera bien, por eso le puse Jesús Francisco. Me duró 28 años, ellos sa­bían cuándo me lo recogerían”, agre­ga doña Rosa Aguilar, mientras la luz del sol ilumina sus manos.
Los lamentos de la gente aún retum­ban en su cabeza, pues mientras las sa­caban del vagón se empezaban a ver chispas. “Nos pusieron en un arroyito y empezó arder. En la obscuridad la gente que gritaba que le echaran tierrita, agua, porque se estaban quemando”, dice.
Al kilómetro 909, a la altura de La Angostura, a 7 kilómetro antes de llegar a Saltillo, a poca distancia del Puente Moreno, llamado así porque en el siglo XIX, vivió en la propiedad una familia del mismo nombre, una multi­tud comenzó a llegar: socorristas, vo­luntarios, policía estatal y el Ejército nacional acordonaron el lugar.

NO HABÍA HÉROES
“Un hombre venía gritando por el parque Venustiano Carranza que se había descarrilado el tren en Puente Moreno. Un amigo y yo fuimos inme­diatamente, fuimos de los primeros, y a medida que avanzábamos nos dába­mos cuenta de la espantosa tragedia”, relata Antonio de la Cruz, periodista y voluntario en el trenazo.
Al llegar se llevó la terrible sorpre­sa de ver el cuerpo de su tía Goya de la Cruz sobre los matorrales cubierta de sangre y tierra, y pese a tal impresión continuó con las labores de rescate. “Eran escenas dantescas, algo inena­rrable, pero recuerdo que al lado dere­cho estaba una niña todavía con vida. Yo la levanto, pero al poco tiempo se muere en mis brazos”, expresa.
Acudió movido por una labor pro­piamente humanitaria porque tiene origen ferrocarrilero, pues su padre es jubilado del ferrocarril. Se desma­yó cerca de tres veces por el cansan­cio y la impresión, pero sin duda fue un suceso que cambió su vida para ha­cerlo más fuerte.
“Yo no me considero héroe, no ha­bía héroes en ese lugar, sólo gente que quería ayudar. Veía a los sobrevivien­tes muy impotentes, frustrados, des­esperados, preguntando por sus fami­liares. Me tocó llevarlos a diferentes hospitales, al Hospital Civil Saltillo, actualmente Hospital Universitario; estuve en la Cruz Roja, en el ISSSTE. En un momento yo pensé que estaba en un nosocomio local, pero no, estaba en un hospital de Monterrey”, sostiene Antonio de la Cruz.

SAN FRANCISCO SIEMPRE LOS CUIDÓ
“Asilamos más de 100 personas, mi papá era juez auxiliar de Huertas de Moreno. De lo que más me acuerdo es que empezó a arder el carro, se oía la gritadera y querían salirse pero no pudieron. Se quemaron vivos”, relata Candelaria Luna Moreno, con la voz entrecortada y con una lágrima a pun­to de caer.
Tenía nueve años cuando frente a su vivienda pasó la tragedia que mar­có a Saltillo. No podía ayudar mucho en las labores, pues su padre le pro­hibía, pero lo que vio en un principio y pudo percibir después en sueños a diario se repetía.
“Vi muchas cosas feas, pero algo raro pasó aquella noche, porque vi­mos a un viejito muy bonito, blanco, de barbas blancas. Traía una guitarra y caminaba entre los heridos. Lo raro fue que al amanecer, cuando quisimos llevarlo a su casa, ya no estaba”, expli­ca, recuperando la sonrisa.
Pues cuenta la gente que aquel hom­bre era “Panchito”, como Candelaria le llama a San Francisco, al santo que todos los peregrinos veneraron y que incluso, como también cuenta Rosa Aguirre Sandoval, intentó salvarlos antes de partir.

HISTORIA
Para los historiadores Javier Villa­rreal Lozano y Carlos Recio Dávila, pocos hechos se podrían comparar con la tragedia del 5 de octubre de 1972. Sin embargo, coinciden en que por la cantidad de personas que mu­rieron, (contabilizados en 200 por au­toridades, aunque la cifra se elevó) otros eventos desafortunados en Salti­llo fueron la Fiebre de Cólera Grande o cólera morgues en 1833, donde la po­blación de 20 mil habitantes disminu­yó.

SUCESOS TRÁGICOS EN SALTILLO
1833
Epidemia del Cólera grande (Cólera morgues) murieron 12 mil saltillenses
1847
Batalla de la Angostura, en la que murieron 863 soldados tanto estadounidenses como mexicanos, y la cantidad de heridos ascendió a mil 800.
1848
Epidemia del Cólera chico.
1914
Entrada de Francisco Villa, quien se empeñó en perseguir y matar sacerdotes.
1972
Trenazo en Puente Moreno en el que fallecieron quemadas 206 personas y más de mil heridos.
Fuentes: Historiadores Carlos Recio y Javier Villarreal

Siempre se intentó culpar a la tripulación, pero al paso del tiempo se ha demostrado que el ferrocarril estaba en deprimentes condiciones y que en cualquier momento y lugar pudo haberse presentado el lamentable accidente.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Quién diria, como es el destino verdad?
Qué seriamos sin la palabra, sin escribir, sin trascender....la palabra escrita permanece. Excelente investigación la que realizaste, felicitaciones.

Compañera, pues siga lidiando con su tía, jajaja, se la está pasando bien??

Hoy al Cerdo, a tomar una jarra de cerveza de barril, escuchando música clásica copn un toque de lectura de poesía.

Paulina Jiménez

Anónimo dijo...

Felicitaciones, el de resaltar la historia... y por documentarme mas sobre coahuila.

Carlos Carahuanco

Anónimo dijo...

te faltaron los tràgicos acontecimientos de cuando Soriano y Toño Dàvila nos deleitaron por primera vez apareciendo en la televisiòn local. Sin mencionar el disco del comentado conductor tongolelesco.

Unknown dijo...

Bien, hola a todos, esta es mi opinion y no la cambiare.

Mi nombre es Celerub (quelerub)
y vivo a 10 minutos del puente moreno, naci en 1989 y ahora es justo el 2010.

En los ultimos siete dias he investigado mas a fondo el suceso de octubre de 1972, , he estado tantas veces ahi , De hecho cuando era niño solia ir al arroyo ke esta a un lado de las vias, pescaba mojarritas, y veia los arboles grandes con esos tipicos rayitos de luz directos , signos de una escena divina.

Pase cientos de veces por esas vias, y he visto las cruces de colores antes de la carretera a palma gorda, he ido por las noches a caminar, puesto que ahora hay una enorme presa que ala luz de la luna es magica y hermosa.

Sin embargo nunca habia sido tan dificil para mi , ayer pase , con una vision diferente del lugar, me instale frente a las vias, justamente viendo la cuesta donde estan aun enterrados esos vagones, el aire le dio pie a mi imaginacion , el venia con su triste canto de melancolia, con el olor a fuego y a hierro caliente, cerre los ojos y acabe llorando , veia esa escena del principio a fin , estuve meditanto frente a ellas.

Sentí o imagine la maquina, el singular ruido del tren al que tan acostumbrado estoy , veia los vagones grises en la curvatura , y de pronto vi el golpe inicial , en la rueda delanteraizquierda, que es a donde sale se sale de curva, vi la makina callendose y ladeando la maquina segunda, vi tambien ladeandose los vagones de atras, el vagon uno cayo en su propio espacio , el vagon dos tambie , pero el tercero ya traia su propia velocidad igual ke el cuarto quinto sexto y septimo , el octavo y el noveno los primeros cinci uno sobre otro los demas hechos cacharro tras ellos, las llamas los gritos y la tierra llena de sangre, fue horrible pensarlo , me puse de pie , y entendi la muerte, y despues solo recé por ellos.

Partos convertidos en duelo.

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