lunes, 3 de noviembre de 2008

Los panteones de Saltillo

Arquitectura fúnebre en decadencia.
Turismo y conservación su salvación…


Leticia Espinoza
Zócalo Saltillo

Quién podría decir que los panteones de nuestra Ciudad pudieran convertirse en un verdadero centro turístico, donde además de llorar, la gente podría admirar la combinación de estilos arquitectónicos que demuestran el sistema constructivo de las tumbas y lápidas, las cuales al paso de los años continúan como joyas en peligro de perder su valor histórico.
El hecho de encontrar majestuosos monumentos funerarios, habla de la forma en que la sociedades tratan de honrar y eternizar a sus difuntos; sin embargo, en la época moderna tanto el buen gusto como el arte sacro se ha perdido, convirtiendo el trabajo artesanal de la cantera y el mármol de otros tiempos en figuras de concreto vaciadas de forma mecanizada.

El origen.


“Los panteones antes estaban junto a los templos, en Catedral, San Francisco, San Esteban, y no sabemos cómo eran las tumbas, porque se demolieron”, expone Arturo Villarreal Reyes, Subdirector de Patrimonio Cultural del Instituto Coahuilense de Cultura (ICOCULT).
Incluso algunas personas enterraron en el templos a sus difuntos, hay muy pocos que se conservan, como en la Hacienda Santa María en Ramos y la Iglesia de Santa María de las Parras, dice el también catedrático de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC).
Explica que cuando se prohíbe en los templos se sepulten los restos de las personas, los sitios se convierten en atrios o plazas como la que se encuentra frente San Francisco, provocando que a finales 1880 y 1890 se edifiquen los panteones de Santiago y San Esteban, y por tal razón no vamos encontrar en Saltillo, ni entierros virreinales, ni vestigios fúnebres del siglo XIX.
Considera que no existen muchos panteones de finales del siglo XIX en Coahuila, sin embargo el Panteón de San Antonio en Parras de la Fuente es una excepción, establecido en 1825, es uno de los más hermosos que el catedrático conoce.
“Lo que vamos a encontrar es de finales del XIX en adelante, y entonces en Saltillo encontramos las modas imperantes en la época”, refiere Villarreal Reyes.
De esta manera, los primeros panteones en Saltillo datan de la época Porfirista, en el de San Esteban por ejemplo, la tumba de los Purcell.
Relata que a principios del siglo XX, se traía mármol de carrara blanco, manufacturado por los Hermanos Biagi, una empresa de escultores italianos en San Luis Potosí, que además elaboraron las taquillas del teatro García Carrillo.
“En el Porfiriato se revivieron estilos como el neoclásico, dando a las construcciones una apariencia templos griegos. Aparece el estilo neogótico con arcos ojivales, y el ecléctico caracterizado por la variedad de elementos ornamentales”, en lo que coincide Marco Antonio Flores Verduzco, Director del Centro Histórico de Saltillo.
En dicha época se decoraron las tumbas con herrería de los estilos mencionados o con el Art Novó.
Refiere que la escultura se maneja con temas religiosos donde ángeles, cristos y vírgenes son las protagonistas, no obstante hay otros plenamente simbólicos como columnas truncas o cubiertas con tela, íconos masónicos para la muerte.
A partir de los años 30`s y 40`s se aprecia el Art de “Kuo”, con figuras elegantes, pero a partir de los años 50`s se comienza a perder el buen gusto según Villarreal Reyes.
“En los 70`s comienza una cuestión KITCH, que consiste en un ‘pastiche’, una ‘pegazón’ de muy mal gusto, equivalente a construcciones de concreto forradas con azulejo o mármol, parecido al que se emplea en la cocina, además la gente opta por pintar las esculturas” y en opinión de Villarreal quedan sencillamente horribles.
Sin embargo, su colega Flores Verduzco complementa que el hecho de usar esculturas es una moda del siglo XX, pues la mayoría de las construcciones de épocas anteriores eran constituidas por techo y paredes, pero con la aparición de las marmoleras se instalan figuras finamente talladas con éste material que en la actualidad son figuras de vaciado en serie.

Clases sociales marcan calidad de construcciones.


El panteón San Esteban, según el arquitecto Villarreal constituyó la parte pobre o indígena de Saltillo, que se reflejó en los materiales utilizados: “Podemos encontrar construcciones en ladrillo, y hay algo muy curioso ya que utilizan la arquitectura tradicional de las casas de Saltillo con empastados de colores”.
Por su parte, Marco Flores Verduzco establece que la mezcla de estilos en el panteón Santiago, obedece a la posición económica que tenían las personas, quienes eran la gente más adinerada y por lo tanto, los monumentos funerarios tenían mayor calidad a diferencia de los del Panteón San Esteban que era más popular.
“En el Santiago se encuentran materiales como la cantera y mármol en las esculturas, hechas en San Luis, y mucho tenía que ver las edificaciones con el contexto en que se desarrollaron, por ejemplo cuando la familia Purcell, tuvo la posibilidad de traer otros materiales a la Ciudad trajo también materiales para monumentos funerarios”, agrega Flores Verduzco.
Hoy el hecho de hacer los nichos funerarios de forma cuadrada o rectangular habla de la economía, de los costos de terrenos y de los monumentos escultóricos, que han bajado muchísimo la calidad, a tal grado que los últimos panteones edificados solo tienen una pequeña lápida y en la extremo pasto como los del tipo americano, elegidos por catálogo de una manera muy fría, apunta el catedrático.

Panteones: Patrimonio cultural.

Por la antigüedad y la calidad de las edificaciones en 1992 los panteones de Saltillo, tanto el San Esteban como el Santiago, fundado el primero en el año 1870 y el segundo en 1900, son declarados patrimonio de la Ciudad, señala Marco Flores, Director del Centro Histórico, quien expone que de esta manera se protege lo que ahí se alberga.
En ese sentido Arturo Villarreal Reyes advierte que la conservación es responsabilidad de las personas que tienen todavía derechos sobre las tumbas, quienes deben buscar asesoría para repararlas.
En segundo lugar, menciona que las autoridades del Centro Histórico, Turismo, Cultura y hasta la Iniciativa Privada pudieran estar interesados en que los panteones se conviertan en una atracción: “Se pueden dar tuors para observar los detalles de las edificaciones y la historia de los famosos personajes que ahí descansan”, y dice Villarreal que para ello se necesita una buena inversión.
Señala que en la Rotonda de los Hombres Ilustres las tumbas no están bien conservadas ni tampoco el área dedicada a los revolucionarios, en el panteón de Santiago.
El tipo de conservación que sugiere, implica asesoría técnica, además de educación para sensibilizar y documentar lo valioso que son estas construcciones arquitectónicas, de tal manera que puedan ser aprovechadas de manera turística y cultural.
Flores Verduzco expone que los monumentos funerarios es difícil que sufran deterioro, aunque el mayor deterioro es el vandalismo, por lo que se tomaron acciones específicas como en el panteón Santiago donde se levantaron bardas y mallas ciclónicas del lado poniente.
Con el decreto de protección a los panteones toda aquella persona que quiera hacer modificaciones a las tumbas tiene que pedir permiso al Patronato del Centro Histórico.
En este sentido, según Flores Verduzco hace falta un inventario de cuantas tumbas y en qué condiciones están pero lo más importante, concluye: es que tenemos un patrimonio funerario porque se erigido en cierta época con sistemas constructivos y esculturas de increíble valor.

Partos convertidos en duelo.

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