sábado, 25 de marzo de 2017

La calma pasajera de Juárez



Ese día hace poco más de un año Juárez nos recibió en calma, el sol apenas se asomaba por la ventana del autobús y por las calles no había gente, ni ruido, se habían suspendido todas las actividades laborales y escolares para dar la bienvenida al papa Francisco. 
En la central de Autobuses, se distinguían grupos de católicos pero sobre todo las religiosas con sus hábitos negros.
Recuerdo que un taxista nos llevó al centro, el hombre nos platicó que en tiempos violentos llegó a ver hasta tres ejecuciones o pasar cerca de ellas, lo recuerdo contento por la visita del papa Francisco, decía que por fin Ciudad Juárez recibiría a mucha gente que se había ido y que por lo menos esta vez los otros, los turistas irían visitar al papa y no atraídos por el morbo a los lugares donde se han encontrado los cuerpos de mujeres asesinadas.
En nuestro primer día desayunamos rico en un café tradicional, que luego se convertiría en  nuestra oficina,  había tanto que escribir, la entrevista telefónica de Norma Andrade, quien estaba exiliada en DF por los atentados que sufrió en la lucha por hacer justicia a su hija asesinada en Ciudad Juárez y su descontento por la visita de Francisco.
En el centro justo en la fuente de Tintán esperábamos con impaciencia al señor José Castillo, padre de Esmeralda Castillo desaparecida desde 2009. Antes de su llegada nos dimos oportunidad de entrevistar a un grupo de mujeres trabajadoras domesticas que por años sufrieron discriminación al estar como ilegales en los EUA.  Después Don José Castillo nos dio un recorrido por las calles donde desparecieron decenas de mujeres en el centro de Ciudad Juárez, su hija tenía apenas 14 años cuando despareció, y fue quizá esa caminata de dolor observando las cruces negras sobre fondos rosas que no vería el papa, la entrevista que más me gustó, recuerdo al hombre con la fotografía de Esmeralda y se me enchina el cuero.
Fueron horas dedicadas a escribir y enviar, comer y deambular por el centro entre calles llenas de peregrinos y prepararnos para un enlace en Radio, y así esperar para llegar a con las personas que amablemente nos darían cobijo en sus casas, éramos una especie de periodistas peregrinos que no teníamos donde pasar la noche, y es que los hoteles habían subido casi tres o cinco veces sus precios con la visita del Sumo Pontífice, no había cuartos para esos días.
Un matrimonio católico de la Diócesis de Juárez nos recibió en su casa, gracias a Carlos y Marcela pudimos realizar nuestra cobertura en los días siguientes. Eran dos jóvenes de catedráticos, con un bebé y una nena hermosa que fue nuestra principal anfitriona a la hora de cenar y desayunar.  En los recorridos Carlos nos contaba el desarrollo de Juárez, la violencia  que sufrieron pero sobre todo la esperanza que tenían…
El día de Francisco en Juárez fue un caos, rutas de transporte saturadas y las pocas líneas de metrobus que llevaban a las vayas por donde él pasaría estaban llenísimas, pudimos llegar a un muy buen punto, caminamos kilómetros y kilómetros entre devotos que rezaban, danzaban y ofrecían alimentos, aquello era una fiesta, hasta que por fin conseguimos la foto de Francisco, se veía cansado, apenas  y sonreía, pero daba bendiciones desde el papamóvil que recorría a toda velocidad por la avenida Tecnológico después de haber estado en el Cereso.
Los autobuses que transportaban diariamente a los trabajadores de las maquiladoras sirvieron para llevar a los monaguillos, a los coros y a miles de católicos a la misa que daría  Francisco en la Frontera. Como pudimos llegamos hasta lo que un día fueron los antiguas terrenos de la feria de Juárez para escucharlo y claro seguir haciendo la nota entre aquella multitud…
Pienso que por esos días Juárez fue otra ciudad, una diferente a la que yo no conozco, se convirtió por horas en la más segura del mundo, y creo que tuvo un poquito de esperanza.




Partos convertidos en duelo.

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