lunes, 22 de octubre de 2007

Un día de viento.


Es otoño, es octubre, y el clima nublado me hizo añorar los tenues toques de sol de aquellos días...

Pero hoy es un buen día, para dibujar espirales de hojas secas que caen inestables y se abandonan en el suelo...

Y sin más preámbulo hoy inicio éste blog, con el siguiente texto:


Un día de viento.

Mientras las ramas rozaban su ventana movidas por el vaivén del viento, ella dormía placidamente cubierta hasta la cabeza, ningún ruido lograba perturbar su paz. El viento, molesto por la actitud de aquélla mortal decidió soplar más fuerte para hacerse notar.

Las ramas crujían y rasguñaban con más fuerza los vidrios, como las garras de una fiera enardecida. En escasos segundos ella abrió sus ojos y miró de reojo hacia la ventana esperando encontrar algo más que una simple rama.

Totalmente exasperada se dispuso a inspeccionar la calle. A lo lejos se podían ver altos remolinos que formaban densas nubes de tierra, en las casas vecinas la actividad todavía no iniciaba y por la calle ningún auto circulaba. Tan sólo el viento armaba la trifulca con uno que otro papel que volaba para abandonarlo en algún lugar y si recordaba volvérselo a llevar.

Para ella nada de especial tenía el inicio de su nuevo día, pues venía huyendo del viento y la tierra que reinaban en la población donde pasó sus vacaciones, añoraba ver el cielo despejado y pisar el pavimento firme. Sin embargo, pronto se familiarizó con el clima de la mañana, se resignó a sentir el polvo sobre su piel, y a ver su pelo alborotado más frágil que ella frente al viento.

De pronto, el contorno de una sonrisa apareció en su rostro, al ver la espiral perfecta que formaban un grupo de hojas secas, el momento le pareció mágico. Y el jugueteo de las hojas significó su reconciliación con el viento y la del viento con ella.

Saludos,

Leticia Espinoza

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