jueves, 30 de agosto de 2018

La ultima noche de Nahui Oli en el MUNAL


Entre los pasillos de fotografías escucho la voz de una niña:
-Pero yo quiero ver aquí.- Es una mujer sin ropa-Le dice su madre mientras la toma del hombro sutilmente para que no se entretenga observando las piernas o el pubis de Nahui Oli. La mujer que exponía sus desnudos en su casa y cobraba para que los pudieran admirar, porque se asumía no como objeto sino como la esencia de la obra de quien la pintaba o la fotografiaba.
Conocer los tránsitos de Carmen Mondragón Valseca, bautizada por uno de sus amores y su gran influencia como Nahui Oli (investiguen por que), en una noche como ésta fue providencial, porque los miércoles de noche de museos siempre tenía clase, hoy no, y en el preámbulo de mis despedidas (en otro de mis lugares favoritos, el MUNAL) tuve la fortuna de ser guiada por la “Mirada infinita” de una mujer que se sabía bella e inteligente.  Una mujer que trasladaba su casa de Tacubaya a sus paisajes parisinos, que pintaba la felicidad, los soles de sus nalgas, la obsesión por sus ojos y los gatos, el reflejo de ella misma en sus amantes.




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