LETICIA ESPINOZA
ZOCALO | SALTILLO
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“No volveré, te lo juro por Dios que me mira, te lo digo, llorando de rabia. No volveré. No pararé, hasta ver que mi llanto ha formado, arroyo de olvido anegado, donde yo tu recuerdo ahogaré”, se escucha la voz de Toña, quien junto con hombres y mujeres de San Antonio del Jaral, en General Cepeda, han descubierto las bondades de una planta que, como ellos, puede llegar a resistir las condiciones adversas del desierto.
Sus raíces firmes poseen una capacidad sorprendente para absorber el agua que llegan a tener; sus cuerpos verdes, ovalados y espinosos son moldeados por el calor, y detrás de la capa áspera que los reviste, guardan la pulpa de la vida: se trata del nopal.
Por los huecos de un salón de block aún sin enjarrar y las ventanas sin telas mosquitera se escapan las voces y las risas de mujeres que combinan su juventud y experiencia para transformar las pencas del nopal en conservas.La vida de estas mujeres semeja a esta cactácea, uno de los pocos cultivos que se pueden adaptar a las difíciles condiciones de temporal del desierto coahuilense; mujeres y plantas soportan los fuertes calores, las lluvias, cansados trabajos, porque sus raíces se han enterrado en sus suelos.
De corazón fuerteAntonia tiene 63 años, nació en San Antonio del Jaral y el día que Dios lo decida ahí mismo piensa morir. Estudió hasta cuarto año de primaria porque en ese tiempo en el ejido no había escuela hasta sexto. Hace cinco años concluyó su educación primaria y después la secundaria, su desempeño la llevó en ser parte del equipo de personas que aplican los exámenes del INEA.
“Nosotros íbamos al rancho a traer nopales, a veces caminábamos kilómetros y kilómetros, caminábamos en la loma para comerlo guisado, ahora lo tenemos aquí”, dice, mientras observa por la ventana el invernadero.
A casi 40 grados centígrados dentro de las paredes blancas del invernadero, entre los surcos de tierra crecen filas y filas de nopal, se trata de una variedad distinta a la que existe en la región de Coahuila, le llaman Mikey Mouse, el nopal de orejas de ratón, porque la planta madre tiene esta forma y lo que crece sobre ella es lo que se corta.
Dos veces al mes cada quince días los hombres riegan el sembradío que nace a lo largo de mil 500 metros cuadrados, y aunque a veces el riego se complica porque se descompone la bomba del ejido y el agua no alcanza a subir, planean conseguir más recursos para construir una pila.
Y es que, cuando el riego no falla, y con temperaturas que ayudan a que el proceso de producción se acelere, en menos de un mes se generen pencas nuevas, listas para el consumo y transformación.
Cuenta Toña que cuando su padre falleció, ella se hizo cargo de su madre y de todo lo hacía él, sembrar, alimentar a las vacas, las gallinas y los marranos, y apenas le alcanza el tiempo para darle de comer a cuatro de los 13 nietos que cuida, para luego acudir al taller. ¿Esposo? no, no tiene, desde hace años.
“Pasaste a mi lado, con gran indiferencia. Tus ojos ni siquiera voltearon hacia mí. Te vi sin que me vieras, te hablé sí que me oyeras y toda mi amargura se ahogó, dentro de mí”, canta Toña como lo hacía Pedro Infante, para luego contar en voz bajita los malos recuerdos del hombre al que también le dedica las canciones de Paquita la del Barrio.
“Yo sentí que no me daba mi lugar, mi lugar como esposa y como mujer, yo no tenía libertad ni de hablar, vivía siempre maltratada y siempre sobajada y después de 25 años, aguanté bastante, eso porque me separaba y me juntaba, sino no lo hubiera aguantado, hasta que dije ‘¡ya las niñas están grandes!’, y era por eso que estaba con él.“Al principio fue difícil enfrentar la situación, simplemente con mi mamá, que me decía: ‘¿qué vas a hacer?’, y fui trabajando en restaurantes, a lavar y planchar donde me ocuparan y trabajando para mis cuatro hijas, pero apoyada por mi papá. Yo a mi mamá le decía ‘mejor sola que mal acompañada’. Ahorita me siento, muy orgullosa y muy emocionada, ya nomás que caiga el cinco a la bolsa”.
Sobre una servilleta que ella misma bordó, porque dice que ella sabe todo lo que una mujer debe saber, invita a comer las gorditas de masa de maíz combinadas con la pulpa verde del nopal.Una vez a la semana el taller recibe a Toña y sus compañeras que se ocupan de cortar las pencas de nopal, limpiarlas y luego las escaldan para quitarles un poco la baba, las cocen y las envasan en frascos esterilizados a vapor.
Para Toña estar en el taller representa una emoción muy grande, se siente realizada y cuando va al cuarto de la cocina donde han colocado los hornos, se imagina haciendo pan, otro de los productos que esperan poner a la venta, pues este año el proyecto, en el que han puesto su energía hombres y mujeres de San Antonio del Jaral, debe despuntar.
Al ritmo de las rancheras que canta Toña, las mujeres introducen con paciencia los cuadritos de nopalitos en los frascos preparados en salmuera y escabeche, dicen que no debe quedar una sola burbujita de aire pues esto puede provocar que el producto se eche a perder.
Todas recibieron capacitación y lo mismo saben elaborar las conservas en escabeche que la mermelada, inclusive hace 15 días acudieron a otros ranchos a capacitar a más mujeres para que aprovechen las bondades del nopal.
EN LA VARIEDAD...
Las mujeres del ejido han aprendido a cocinar los nopalitos en diversas formas, más allá de los platillos tradicionales con huevo o chile rojo que se comen en el norte, ahora los asa, o los sirve en ensaladas con cebolla, cilantro y tomate.Sobre una mesa, las mujeres sirvieron un rico menú, gorditas de masa de maíz con pulpa de nopal, preparadas con distintos guisos, pencas asadas rellenas de queso, ensalada verde en un molcajete y nopalitos cristalizados.
“No se lo comen, dicen que no les gusta y ni lo han probado, pero cuando uno lo prueba se enamora y más con todas esas propiedades, contra la diabetes y el colesterol”, comentan.Alrededor de la mesa todas hacen su labor, algunas ocupadas en el envasado, y el empaquetado al alto vacío para mostrar lo que han aprendido.
De una de las casas del ejido traen la corriente de energía eléctrica, pues a pesar de que hace meses firmaron el contrato de luz, la Comisión Federal de Electricidad no la ha instalado, un hecho que lamentan porque con luz podrían avanzar más rápido, pues hasta el momento la limpieza del nopal y el corte los hacen a mano.
“Tenemos una peladora, una desorilladora y la picadora para que el nopal salga en tiritas, lo malo es que nos hace falta la luz, tenemos el horno para hacer pan y empanadas, toda clase de pan que lleve mermelada, pero aún nos falta equipar la cocina”, explica Antonia Sifuentes, la otra Toña.
Y es que pensando en darle un valor agregado al nopalito se solicitó a la Conaza la construcción del taller en 2014, es ahí donde estas mujeres intervienen en el proceso de transformación de la planta como socias.
“Lo tradicional aquí era maíz, frijol y sorgo, en verano; en invierno no sembramos. Fue un cambio con el nopal porque la sequía duró cinco años, no producimos nada de la agricultura, esto con o sin ventas, pues comemos. Antes ni comida ni ventas, hay comida gracias Dios, y ya estamos arrancando el taller, aquí los hombres y allá las mujeres como socias”, explica don Juan Manuel.
Juan Manuel Cárdenas Oropeza, coordinador del Proyecto de Nopal Verdura dice que la idea surgió por la necesidad de contar con un empleo en el ejido para beneficio de las familias que apenas sobrevivían de la ganadería y la agricultura a causa de la sequía.
En 2013 asesorados por el ingeniero Gilberto Rodríguez, solicitaron a la Comisión Nacional de Zonas Áridas (Conaza) recursos para el invernadero, la dependencia dio 75% y la comunidad 25% de inversión en trabajo.“Preparamos el terreno, luego se pusieron los macrotúneles, el plástico, plantamos el nopal y adicional a esto hicimos reforestación para pagar con mano de obra lo que nos correspondía de dinero”, recuerda Cárdenas Oropeza, que fungió como comisariado en una de las etapas más duras para el ejido.
“Nosotros se los regalamos para comer a las familias que viven aquí, no se los vendemos, se los regalamos. Se va 30% al autoconsumo, no le podemos negar la comida A nadie, cuando menos tenemos nopal para comer a quien lo necesite. El nopalito es muy bien vendido, porque es nutritivo y tienen sustancias medicinales, es un alimento económico y al alcance de todos los bolsillos”, dice Juan Manuel.
En San Antonio del Jaral, en General Cepeda, viven unas 120 familias, en total unos 600 habitantes, sin embargo, sólo un grupo de 20 personas como las Toñas y don Juan Manuel acordaron unirse al proyecto de nopal verdura para formar lo que ahora es una cooperativa.
Así, la sequía que azotó la Región Sureste hace cinco años hizo que los ejidatarios de San Antonio del Jaral, ubicado en el kilómetro 53 de la carretera libre a Torreón se convirtieran en productores de nopal verdura, este alimento fue su salvación y ahora mujeres como Antonia, que han quedado frente a sus tierras, sacan adelante la segunda etapa del proyecto transformando las pencas del nopal en conservas y productos que jamás pensaron hacer, y cada semana por las ventanas del salón se escucha el eco de una voz: “Cuando lejos te encuentres de mí, cuando quieras que esté yo contigo, no hallarás un recuerdo de mí, ni tendrás más amores conmigo. Te juro que no volveré, aunque me hagas pedazos la vida, si una vez con locura te amé hoy de mi alma estarás despedida”….
Sus raíces firmes poseen una capacidad sorprendente para absorber el agua que llegan a tener; sus cuerpos verdes, ovalados y espinosos son moldeados por el calor, y detrás de la capa áspera que los reviste, guardan la pulpa de la vida: se trata del nopal.
Por los huecos de un salón de block aún sin enjarrar y las ventanas sin telas mosquitera se escapan las voces y las risas de mujeres que combinan su juventud y experiencia para transformar las pencas del nopal en conservas.La vida de estas mujeres semeja a esta cactácea, uno de los pocos cultivos que se pueden adaptar a las difíciles condiciones de temporal del desierto coahuilense; mujeres y plantas soportan los fuertes calores, las lluvias, cansados trabajos, porque sus raíces se han enterrado en sus suelos.
De corazón fuerteAntonia tiene 63 años, nació en San Antonio del Jaral y el día que Dios lo decida ahí mismo piensa morir. Estudió hasta cuarto año de primaria porque en ese tiempo en el ejido no había escuela hasta sexto. Hace cinco años concluyó su educación primaria y después la secundaria, su desempeño la llevó en ser parte del equipo de personas que aplican los exámenes del INEA.
“Nosotros íbamos al rancho a traer nopales, a veces caminábamos kilómetros y kilómetros, caminábamos en la loma para comerlo guisado, ahora lo tenemos aquí”, dice, mientras observa por la ventana el invernadero.
A casi 40 grados centígrados dentro de las paredes blancas del invernadero, entre los surcos de tierra crecen filas y filas de nopal, se trata de una variedad distinta a la que existe en la región de Coahuila, le llaman Mikey Mouse, el nopal de orejas de ratón, porque la planta madre tiene esta forma y lo que crece sobre ella es lo que se corta.
Dos veces al mes cada quince días los hombres riegan el sembradío que nace a lo largo de mil 500 metros cuadrados, y aunque a veces el riego se complica porque se descompone la bomba del ejido y el agua no alcanza a subir, planean conseguir más recursos para construir una pila.
Y es que, cuando el riego no falla, y con temperaturas que ayudan a que el proceso de producción se acelere, en menos de un mes se generen pencas nuevas, listas para el consumo y transformación.
Cuenta Toña que cuando su padre falleció, ella se hizo cargo de su madre y de todo lo hacía él, sembrar, alimentar a las vacas, las gallinas y los marranos, y apenas le alcanza el tiempo para darle de comer a cuatro de los 13 nietos que cuida, para luego acudir al taller. ¿Esposo? no, no tiene, desde hace años.
“Pasaste a mi lado, con gran indiferencia. Tus ojos ni siquiera voltearon hacia mí. Te vi sin que me vieras, te hablé sí que me oyeras y toda mi amargura se ahogó, dentro de mí”, canta Toña como lo hacía Pedro Infante, para luego contar en voz bajita los malos recuerdos del hombre al que también le dedica las canciones de Paquita la del Barrio.
“Yo sentí que no me daba mi lugar, mi lugar como esposa y como mujer, yo no tenía libertad ni de hablar, vivía siempre maltratada y siempre sobajada y después de 25 años, aguanté bastante, eso porque me separaba y me juntaba, sino no lo hubiera aguantado, hasta que dije ‘¡ya las niñas están grandes!’, y era por eso que estaba con él.“Al principio fue difícil enfrentar la situación, simplemente con mi mamá, que me decía: ‘¿qué vas a hacer?’, y fui trabajando en restaurantes, a lavar y planchar donde me ocuparan y trabajando para mis cuatro hijas, pero apoyada por mi papá. Yo a mi mamá le decía ‘mejor sola que mal acompañada’. Ahorita me siento, muy orgullosa y muy emocionada, ya nomás que caiga el cinco a la bolsa”.
Sobre una servilleta que ella misma bordó, porque dice que ella sabe todo lo que una mujer debe saber, invita a comer las gorditas de masa de maíz combinadas con la pulpa verde del nopal.Una vez a la semana el taller recibe a Toña y sus compañeras que se ocupan de cortar las pencas de nopal, limpiarlas y luego las escaldan para quitarles un poco la baba, las cocen y las envasan en frascos esterilizados a vapor.
Para Toña estar en el taller representa una emoción muy grande, se siente realizada y cuando va al cuarto de la cocina donde han colocado los hornos, se imagina haciendo pan, otro de los productos que esperan poner a la venta, pues este año el proyecto, en el que han puesto su energía hombres y mujeres de San Antonio del Jaral, debe despuntar.
Al ritmo de las rancheras que canta Toña, las mujeres introducen con paciencia los cuadritos de nopalitos en los frascos preparados en salmuera y escabeche, dicen que no debe quedar una sola burbujita de aire pues esto puede provocar que el producto se eche a perder.
Todas recibieron capacitación y lo mismo saben elaborar las conservas en escabeche que la mermelada, inclusive hace 15 días acudieron a otros ranchos a capacitar a más mujeres para que aprovechen las bondades del nopal.
EN LA VARIEDAD...
Las mujeres del ejido han aprendido a cocinar los nopalitos en diversas formas, más allá de los platillos tradicionales con huevo o chile rojo que se comen en el norte, ahora los asa, o los sirve en ensaladas con cebolla, cilantro y tomate.Sobre una mesa, las mujeres sirvieron un rico menú, gorditas de masa de maíz con pulpa de nopal, preparadas con distintos guisos, pencas asadas rellenas de queso, ensalada verde en un molcajete y nopalitos cristalizados.
“No se lo comen, dicen que no les gusta y ni lo han probado, pero cuando uno lo prueba se enamora y más con todas esas propiedades, contra la diabetes y el colesterol”, comentan.Alrededor de la mesa todas hacen su labor, algunas ocupadas en el envasado, y el empaquetado al alto vacío para mostrar lo que han aprendido.
De una de las casas del ejido traen la corriente de energía eléctrica, pues a pesar de que hace meses firmaron el contrato de luz, la Comisión Federal de Electricidad no la ha instalado, un hecho que lamentan porque con luz podrían avanzar más rápido, pues hasta el momento la limpieza del nopal y el corte los hacen a mano.
“Tenemos una peladora, una desorilladora y la picadora para que el nopal salga en tiritas, lo malo es que nos hace falta la luz, tenemos el horno para hacer pan y empanadas, toda clase de pan que lleve mermelada, pero aún nos falta equipar la cocina”, explica Antonia Sifuentes, la otra Toña.
Y es que pensando en darle un valor agregado al nopalito se solicitó a la Conaza la construcción del taller en 2014, es ahí donde estas mujeres intervienen en el proceso de transformación de la planta como socias.
“Lo tradicional aquí era maíz, frijol y sorgo, en verano; en invierno no sembramos. Fue un cambio con el nopal porque la sequía duró cinco años, no producimos nada de la agricultura, esto con o sin ventas, pues comemos. Antes ni comida ni ventas, hay comida gracias Dios, y ya estamos arrancando el taller, aquí los hombres y allá las mujeres como socias”, explica don Juan Manuel.
Juan Manuel Cárdenas Oropeza, coordinador del Proyecto de Nopal Verdura dice que la idea surgió por la necesidad de contar con un empleo en el ejido para beneficio de las familias que apenas sobrevivían de la ganadería y la agricultura a causa de la sequía.
En 2013 asesorados por el ingeniero Gilberto Rodríguez, solicitaron a la Comisión Nacional de Zonas Áridas (Conaza) recursos para el invernadero, la dependencia dio 75% y la comunidad 25% de inversión en trabajo.“Preparamos el terreno, luego se pusieron los macrotúneles, el plástico, plantamos el nopal y adicional a esto hicimos reforestación para pagar con mano de obra lo que nos correspondía de dinero”, recuerda Cárdenas Oropeza, que fungió como comisariado en una de las etapas más duras para el ejido.
“Nosotros se los regalamos para comer a las familias que viven aquí, no se los vendemos, se los regalamos. Se va 30% al autoconsumo, no le podemos negar la comida A nadie, cuando menos tenemos nopal para comer a quien lo necesite. El nopalito es muy bien vendido, porque es nutritivo y tienen sustancias medicinales, es un alimento económico y al alcance de todos los bolsillos”, dice Juan Manuel.
En San Antonio del Jaral, en General Cepeda, viven unas 120 familias, en total unos 600 habitantes, sin embargo, sólo un grupo de 20 personas como las Toñas y don Juan Manuel acordaron unirse al proyecto de nopal verdura para formar lo que ahora es una cooperativa.
Así, la sequía que azotó la Región Sureste hace cinco años hizo que los ejidatarios de San Antonio del Jaral, ubicado en el kilómetro 53 de la carretera libre a Torreón se convirtieran en productores de nopal verdura, este alimento fue su salvación y ahora mujeres como Antonia, que han quedado frente a sus tierras, sacan adelante la segunda etapa del proyecto transformando las pencas del nopal en conservas y productos que jamás pensaron hacer, y cada semana por las ventanas del salón se escucha el eco de una voz: “Cuando lejos te encuentres de mí, cuando quieras que esté yo contigo, no hallarás un recuerdo de mí, ni tendrás más amores conmigo. Te juro que no volveré, aunque me hagas pedazos la vida, si una vez con locura te amé hoy de mi alma estarás despedida”….