domingo, 19 de junio de 2016

PAPÁ NOS HACES FALTA...

FAMILIA INCOMPLETA... PADRE DESAPARECIDO



LETICIA ESPINOZA
Zócalo | Saltillo

Alto, moreno, robusto, ojos rasgados, labios gruesos, bigote, y una una cicatriz en la comisura derecha producto de una caída que se hizo cuando era pequeño, así recuerda Juanita a su esposo José Juan Peña Espiricueta.

En diciembre cumplirá veinte años de casada con el hombre que desde hace cinco años se encuentra ausente, se enamoró de él porque veía cómo cuidaba a su madre cuando enfermaba, siempre fue así, lo que más le importaba era su familia.

Era un hombre de rutinas, trabajaba como supervisor en una empresa cercana a su domicilio, iba de seis de la mañana a dos de la tarde, otras veces de dos a nueve de la noche, y no tardaba más de cinco minutos en llegar a su casa:

“Exageraba yo si eran las dos quince y no llegaba, y le preguntaba ¿por qué hasta ahorita?, llegaba, comía, le gustaba la carne dorada con aguacate, el huevo con chile y los frijolitos con las de harina, las tortas de jamón… Luego se dormía, se levantaba y jugaban él y el niño, después a descansar para ir al otro día al trabajo”, dice mientras en su rostro triste se dibuja la única sonrisa que le pude ver a Juanita, Juana María Castillo Gallegos.

Con su hijo, José Juan jugaba al fútbol, lavan  la camioneta, o simplemente salían a caminar.  Los domingos de descanso, las sobras de sus tres hijos, Zulema, Juan y Ana se observaban tomados de la mano de su padre entre las arboledas de Arteaga, los juegos de la Ciudad Deportiva o en las aguas de la presa Palo Blanco, porque a él le gustaba el campo abierto, caminos que a Juanita ya no le dan ganas de recorrer pese al reclamo de sus hijos.
El día de la desaparición de José Juan, habían ido misa por la mañana, decidieron no salir porque en la tarde irían a un rosario.  Ese día hubo un pleito en su colonia, la Nazario Ortiz Garza, uno de los hermanos de Juanita llegó corriendo para refugiarse en su casa, lo venían persiguiendo varios hombres armados en una camioneta. No hubo despedidas, solo desconcierto e impotencia.

“Cuando salió mi esposo dijeron que él era al que andaban buscando y se lo llevaron, lo metieron a una camioneta y se lo llevaron, después de media hora también me di cuenta que se habían llevado a otro de mis hermanos Jesús Fernando, no al que andaban siguiendo, a él se lo llevaron de casa de mi mamá, primero lo detuvieron policías y los policías se lo dieron a esas personas, por la noche nos dimos cuenta que había una tercera persona desaparecida”, relata.

Ese día de marzo del 2012 dos familias se quedaron sin padres, como sucede en el 80 por ciento de los casos que buscan en el colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros desaparecidos en Coahuila, padres que dejaron huérfanos a uno, dos o hasta tres hijos.

A raíz de la ausencia  de José Juan, Zulema, la mayor, se encerró en su propio mundo, empezó a tener problemas en segundo de secundaria y hace poco decidió irse de la casa.  A Juan en la escuela los niños lo agredían, le decían que su papá estaba muerto y otros que se había vuelto “malo”.

“Cuando mi niña sale de la escuela y ve que van por sus amigas sus papás, dice que le gustaría que su papá volviera, yo le digo que la vida sigue, que sí va regresar, que no hay más que esperar, que le eche ganas a la escuela, cuando a él se lo llevaron ella estaba en tercero de kinder, fue muy triste su graduación, porque estaba muy reciente todo, de marzo a julio, fue muy pesado porque veíamos a todas las familias completas sacándose la foto chiqueando a sus hijos, es un hueco muy grande”.

“Mi hija la chiquita cumple años el mismo día que él  y ella siempre dice -cumplí 9 años, mi papá tiene 39, cumplí 10 años mí papá tiene 40-este año va cumplir 11 años y dice -mi papá va cumplir 41-. Siempre lleva la cuenta de su años y los de él”, recuerda Juanita.

Ana, la pequeña que ha crecido añorando los brazos de su padre, cada 19 de julio le dice a Juanita que compre dos pasteles, uno para ella y otro para su papá, no vaya ser que vuelva y no tenga uno para él.

“Yo le digo -es un pastel para tu cumpleaños y el de tu papá- y dice que porque a lo mejor si en su cumpleaños viene su papá y el va querer su pastel- entonces le digo que si llega vamos a ir inmediatamente a comprarle uno”.
Ana pasará a sexto grado, Juan va a tercero de secundaria, y Zulema ya terminó la preparatoria, son cinco años de ausencias y espera:

“Regresa, te seguimos esperando, hemos tenido muchos eventos en los que tú no estás, mis hijos están creciendo y no estás aquí para verlos, quisiera que estuvieras aquí conmigo para que los vieras crecer, para que los motivaras a seguir adelante, en estas fechas y en tus cumpleaños te extrañamos más”, pronuncia Juanita,  por si acaso José Juan estuviera leyendo estas líneas.

Porque se acerca el día del padre y ella ha tenido que salir de casa para ser el sustento que un dia fue él, José Juan, con sus idas y sus vueltas a la empresa que tras meses de su desaparición lo liquidó, y ya no hubo quien la ayudara, ni siquiera su suegro porque luego de un año murió.

“Recién se llevaron a mi esposo tuvimos apoyo de mi suegro, de la familia, amigos, de la empresa a pesar de que desapareció me estuvieron dando su salario de marzo a septiembre, dijeron que ya no podían hacer más, lo dieron de baja y firmé en nombre de mi esposo, empecé a trabajar, yo estaba las 24 horas del día en casa, fue un cambio muy difícil, fue dejar a mis hijos solos, encargarlos con su abuela, con su tía, con su otra tía, dejarlos solos, porque su papá no estaba y yo tenía que trabajar”.

Ya no hay tiempo para comprar un pastel,  ir por los regalos de José Juan, no se los pueden dar, y en su casa desde hace cinco años no se escuchan las mañanitas el tercer domingo de junio: el día del padre.

“Recordarlo en días especiales, en el día del padre es cuando más los sentimos, es muy pesado ver familias completas que tienen a sus papás, toda la familia unida y que a nosotros el nos hace falta”.

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