sábado, 20 de agosto de 2011

‘Se los llevó el tren’ con la privatización...






Por Leticia Espinoza

(Publicado en Zócalo 04/01/2011 )

Al calor del ponche y en estos días de frío regresan las nostalgias, como ésta que lleva ya casi 15 años anidada en su corazón desde la llamada privatización del ferrocarril que marcó su vida porque, lejos de ser beneficiado, sufre hasta estos días con una mal pagada pensión y los estragos que dejó una empresa que nunca más volvió a tener sentido humano.
Jesús Alberto Balderas Leos, secretario de la Coalición de Socios Ferrocarrileros Jubilados Integrantes del Fideicomiso 5012-6, narra, a través de su propia historia, la privatización de Ferrocarriles Nacionales de México hace 15 años, porque fue una de las miles de víctimas del capitalismo cuando era ayudante de maquinista.
Veintiséis años, seis meses y 23 días trabajando en Ferrocarriles Mexicanos le dieron la oportunidad de conocer la cultura ferroviaria, pues empezó a laborar a los 17 años, manejando la máquina que hoy viene en los billetes de 100 pesos.
La oportunidad de don Jesús surgió por derechos que adquirían los trabajadores del ferrocarril a que sus hijos heredaran sus lugares en la compañía. “Mis dos abuelos, tanto materno como paterno, eran ferrocarrileros; el abuelo por mi padre fue maestro mecánico en el pueblo de Vanegas, San Luis Potosí; mi abuelo por parte de mi mamá era jefe de patio y ellos también empezaron a trabajar desde antes de los 16 años”, cuenta don Jesús Alberto Balderas Leos.
Éstos eran parte de los derechos logrados a través de la huelga de ferrocarrileros iniciada por Demetrio Vallejo, a quienes sus homólogos reconocen como el único líder ferrocarrilero que realmente logró beneficios para los trabajadores, que se perdieron con la privatización de Ferrocarriles Nacionales de México.
Cambio que representó una sorpresa muy desagradable para miles de ferrocarrileros, porque se anularon los derechos y, principalmente, la fuente de trabajo, sumado a esto se perdió la comunicación entre los pueblos existentes entre ciudades y ciudades, “privatizar ferrocarrileros no benefició a México porque los dividió más”, recuerda don Jesús Alberto.
SACRIFICIO HUMANO
De acuerdo con el hoy secretario del Fideicomiso de Trabajadores Jubilados del Ferrocarril, hace 15 años el Gobierno, empresa y los supuestos líderes sindicales llegaron a un acuerdo para no perjudicar la fuerza productiva; sin embargo, si para 1990 eran casi 75 mil trabajadores, en 1997, cuando se dieron las últimas liquidaciones, terminó en los 50 mil.
“Les concesionaron a las empresas extranjeras por 50 años; la primera se llamaba Transportación Ferrocarrilera Mexicana y se traspasó a Kansas City Southern; la otra es Ferromex. La realidad se palpó también aquí en Saltillo, donde eran mil 200 trabajadores en 1997 y ahorita, por ejemplo, son casi 50 personas en las nuevas empresas”, explica el ferrocarrilero.
Recuerda que se dijo que la tecnología era necesaria, porque México tenía que adaptarse a un nuevo sistema y llevaba 50 años de retraso comparado con las empresas de Estados Unidos.
“En los 70, por ejemplo, allá en Estados Unidos y en Europa un tren lo manejaban 2 personas; aquí hasta el año 2000 se manejó con dos personas. Estos cambios que vinieron con la privatización, por querer estar a la par con los países del primer mundo, sacrificaron lo humano y no lo material”, platica don Jesús.
Señala que había cinco ramas diferentes dedicadas al ferrocarril: la de transportes, oficinas, talleres, la de vía, coches y carros. La de vía se encargaba de construir la vía, los de talleres de dar mantenimiento a los trenes para salir, la de transportes del personal que iba conducir los trenes, es decir, conductores y garroteros, pero al final todas desaparecieron, pues se capacitó a personal diferente y se utilizaron nuevas tecnologías.
“Nosotros no pertenecemos a ningún sindicato, porque la Ley Federal de Trabajo, en el Artículo 356, dice que sólo los trabajadores en activo formarán un sindicato y nosotros nos quedamos sin trabajo, y quedamos independientes conformando un fideicomiso.
“En lo que me corresponde, sí tengo un pensión si se le puede llamar así, porque son 3 mil 725 pesos mensuales los que recibo a la fecha, pero en 1997 fueron mil 537 pesos, dándome a conocer que salía con el beneficio de la pensión”, dice mientras su rostro refleja tristeza e ironía.
Y es que para él, convertido en padre de familia de tres hijos, su pensión no le alcanzaba ni para los servicios. El sindicato y el Gobierno prácticamente anularon lo que decían los contratos colectivos, porque se establecía que el trabajador podría alcanzar una jubilación con la cifra del sueldo devengado.
“En un viaje a San Luis, que era de los más largos, ganaba mil 500 de ida y vuelta y eran tres los que hacía en la semana y otros aquí mismo. Ganaba de 8 mil a 9 mil por quincena, que eran bastante, comparados con los mil 500 de pensión que me dieron al principio”, comenta don Jesús.
Para Balderas Leos y su familia, fueron tiempos muy sufridos porque sus hijos cursaban la universidad y ni siquiera tenían para irse en el camión, así que optaban por acudir a pie. Para el más grande, que se graduaría de médico, no hubo cena, ni para la muchacha que cumplía 15 años.
“No se completaba ni antes ni hoy con lo que nos dejaron, fue muy triste y lamentable, porque incluso hay un caso de una persona que murió porque no quiso aceptar la jubilación; su vida la había entregado al ferrocarril, él había trabajado desde los 16 a los 66 años”, ejemplifica.
Don Jesús salió jubilado el 23 de junio de 1997, luego de dos años de que se habían iniciado las negociaciones para la privatización de Ferrocarriles Nacionales de México, según el conteo que él tiene fueron 56 mil 732 personas las que salieron de la empresa y conformaron el fideicomiso 5012-6.
Los dos accidentes que sufrió en el ferrocarril, uno en un choque de trenes y una volcadura, quedaron en el pasado, y aquella alegría que sentía la tripulación de aquellas máquinas de acero cuando llegaba el pagador también se perdió.
MÉXICO SE DIVIDIÓ
“A las empresas se les dio la concesión durante los primeros 50 años con la opción de comprarlos y si querían así seguir manejándolos. Ellos no aceptaron trenes de pasajeros porque no les interesa; dijeron que no era costeable una situación social”, relata.
Para cuando Balderas Leos salió de Ferrocarriles Nacionales de México, los viajes para transportar pasajeros se habían retirado desde 1992, y sólo esporádicamente llegó a manejarlos porque se ocupó más de trabajar en los de carga de producción agrícola y después automotriz.
“De ser Ferrocarriles Nacionales de México la empresa de toda la nación pasó a ser Kansas City la de unos cuantos. Para mí, no hay progreso ni para el país ni para Saltillo, es una cosa mucho muy triste, porque hoy los trabajadores de seguridad no nos dejan acercarnos a las vías sino hasta los 40 o a 50 metros de lejos”, relata don Jesús.
Ataviado con su atuendo de maquinista, ese que suele mostrar en las exposiciones que muestra para recordar a las nuevas generaciones sobre lo que fue la cultura ferroviaria, afirma que el oficio de ferrocarrilero se deshumanizó.
Porque incluso quienes vivían en pueblos lejanos, cercanos a las vías, tuvieron que emigrar a las periferias de la ciudad, marginados y recordando con nostalgia los tiempos mejores de cuando abordaban o simplemente escuchaban y veían pasar el tren.

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