sábado, 11 de febrero de 2017

AUTOBIOGRAFÍA


Estaba a punto de cumplir doce años cuando la maestra la puso a declamar una poesía de la que recuerda un pequeño extracto: “Sí atrévete, no seas como la rana en creer que el mundo es solo un charco, más allá de tu calle, de tu pueblo, hay otras calles, otros pueblos… En fin, más allá de ese sol, que tu admiras hay otros soles mucho más grandes y refulgentes”, ese lunes de honores a la bandera en medio de todos los niños de la Escuela Ramírez, Leticia Espinoza Méndez se dijo que haría lo posible por conocer otros soles.
No estudió la secundaria en su colonia como sus hermanos, prefirió ir a la Ildefonso Fuentes, en el centro, ahí conoció el primer beso y supo lo que podía hacer de su vida. Después de transformar en noticia el cuento de la Gallina Degollada, la maestra del TLR le escribió una nota, ¿Qué vas ha hacer cuando seas grande? maestra, escritora o periodista.  Le tomó tres años pensar lo que haría, después de recorrer 16  kilómetros en el camión que se iba directo por el bulevar Harold R. Pape para ir al CEBTIS 36 donde no le quedaron ganas de ser contadora, lo suyo era conocer personas y no los números de cuentas que hasta la fecha no le cuadran.  Escuchó que en Saltillo donde sus hermanos Rosario y Toño estudiaban, una de sus amigas "su mala influencia" también estudiaba la carrera de Comunicación en la Universidad Autónoma de Coahuila.
Saltillo era el siguiente paso, Ino y Cecy las otras dos de sus hermanas la llevaban en días festivos o en vacaciones, supone que las acompañaba porque en el fondo era la condición de sus padres para que ellas pudieran salir.  En una Semana Santa en la antigua casona de la calle de Obregón donde vivía Rosario, vio en la televisión el asesinato del candidato a la presidencia de la república Luis Donaldo Colosio, acontecimientos así le interesaban a la niña…
Leticia era la menor de seis, llegó al mundo diez años después que su último hermano y algo tenía de parecido en cada uno, testaruda y alegre como Gilberto, el mayor y el primero que como ella también se fue de casa.  Nadie como su madre Gloria Estela Méndez sintió su partida las dos veces que se fue, la niña que nació el 1 de junio de 1985 le había ablandado el corazón a su esposo Don Antonio Espinoza un ranchero del desierto que tuvo que convertirse en obrero para sacar adelante a su familia en medio de la fundición de acero. Dicen sus hermanos que su mamá la extrañaba en silencio cuando platicaba con el gato que le dejó, y fue su madre el único motivo que la hizo volver a Castaños al terminar la carrera que su padre nunca entendió.
Para cuando su madre enfermó de insuficiencia renal, Leticia ya sabía que se dedicaría al periodismo, hizo su tesis sobre la Prensa Escrita en la Región centro, por si acaso tenía que volver nadie la tomara desprevenida, un verano llegó por accidente a la redacción del periódico la Prensa, quería hacer sus prácticas en el departamento de diseño editorial pero no había vacantes, al principio sus notas no pasaban de tres párrafos, su jefe Don Jesús Medina le dijo - ¡pues pregunte más!. Descubrió que eso también se le daba y en noviembre de este 2016 cumpliría nueve años preguntando, a las víctimas, a los clérigos, a los migrantes, a las mujeres, a las personas que se despojan de sus historias.
Cuando su madre aprendió vivir con la máquina que hacía la función de sus riñones, Leticia  consiguió su primer empleo en el periódico Zócalo, para entonces ese periódico ya estaba incompleto, uno de sus reporteros había desaparecido, tan joven, Leticia no midió la dimensión de la violencia que sacudía la profesión que eligió.  La muerte de Valentín su compañero en Saltillo, la hicieron comprender el riesgo que tomó en aquel salón de TLR cuando eligió su opción por el periodismo, una pasión que comparte con un hombre que capta la vida en imágenes Ricardo De León, su esposo, el mismo que la anima a ver como hoy otros soles aunque sea lejos de su amado desierto.

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